En un giro narrativo que haría palidecer a George R.R. Martin, las RSF, acusadas de genocidio por Estados Unidos, han decidido, con la ayuda de su patrocinador, Emiratos Árabes Unidos, formar su propio gobierno en Sudán. Imagínense, un juego de estrategia en tiempo real donde una facción rebelde, en vez de simplemente luchar por territorios, decide... ¡crear su propio reino! La firma del acuerdo en Nairobi, Kenia, ha desatado una tormenta diplomática. Kenia, aparentemente seducida por un préstamo de 1.500 millones de dólares por parte de los EAU, ha ofrecido una plataforma para esta audaz jugada. La reacción internacional ha sido, como era de esperar, un poco más que un "lol" en el chat global. La diplomacia internacional se parece un poco a esa partida de ajedrez que nunca termina, con fichazos inesperados y movimientos ocultos.
El gobierno sudanés, por supuesto, está más que enfadado; es como si te robaran el castillo en un juego de conquista y encima te invitaran a una fiesta en el nuevo castillo del ladrón. El retiro del embajador sudanés de Nairobi ilustra perfectamente la tensión. Mientras tanto, en la partida de Risk geopolítico, los Estados Unidos observan con preocupación el apoyo de los Emiratos Árabes Unidos a las RSF, una alianza que recuerda a esas alianzas inesperadas en los juegos multijugador online que terminan en desastre. Senadores republicanos han expresado su malestar, y el silencio por parte de la administración Trump sobre la situación es, cuanto menos, intrigante. ¿Una jugada maestra en silencio? O quizás simplemente les pilló por sorpresa. La situación es un juego peligroso, con las RSF debilitadas militarmente en el campo de batalla pero fortalecidas políticamente gracias a una jugada maquiavélica de diplomacia.