En un giro narrativo digno de una secuela inesperada de "Wall Street", Apple ha anunciado una inversión monumental de 500.000 millones de dólares en suelo americano. La empresa, que hasta ahora parecía estar más enfocada en optimizar la producción en el Lejano Oriente, ahora decide apostar por una expansión doméstica que, según sus comunicados, generará 20.000 nuevos empleos y una nueva fábrica en Texas dedicada a la fabricación de servidores de inteligencia artificial. Curiosamente, esta decisión llega después de una reunión entre Tim Cook, CEO de Apple, y el expresidente Donald Trump. Trump, siempre con la narrativa de "América primero", declaró posteriormente que la decisión de Apple se debía al deseo de la compañía de evitar los aranceles que se habían impuesto a productos chinos. En la práctica, significa que Apple, que fabrica la mayoría de sus iPhones en China, a través de Foxconn, ahora pretende diversificar su producción. La estrategia se asemeja a la de un jugador experto de estrategia que busca varias rutas para llegar a su objetivo, aunque la falta de concreción en las promesas anteriores plantea ciertas dudas sobre el éxito de esta nueva aventura. La cuestión, en este juego de la economía global, es si esta jugada maestra será efectiva o terminará siendo una partida perdida en el tablero.
La inversión de Apple, calificada por la propia compañía como su "compromiso de gasto más grande de la historia", incluye la construcción de nuevas instalaciones de fabricación, centros de datos y producciones de entretenimiento. Sin embargo, este anuncio tiene un cierto tufillo a "déjà vu". Apple ya hizo promesas similares durante la administración Biden y el primer mandato de Trump, comprometiéndose a inversiones de 430.000 millones y 350.000 millones de dólares respectivamente, junto con la creación de 20.000 empleos en ambos casos. ¿Será esta nueva promesa más real que las anteriores? El tiempo lo dirá. La fábrica de Houston, prevista para abrir el año que viene, se encargará del ensamblaje de servidores avanzados que hasta ahora se fabricaban fuera de Estados Unidos. Aunque la noticia habla de "miles de empleos", la realidad es que la mayoría de los componentes clave, como los chips, seguirán proveniendo del extranjero, específicamente de TSMC en Taiwán. Esto subraya la complejidad de la cadena de suministro global y la dificultad de trasladar toda la producción a un solo país, incluso para un gigante tecnológico como Apple. Es un poco como intentar construir un castillo de naipes en medio de un tornado; se ve bonito en el plan, pero la ejecución es otra historia.